Dicen que uno es de donde nace y donde crece, aunque después por unos motivos u otros la vida dé mil vueltas y termines justo al lado o en la otra punta del mundo. Esa sensación de morriña o sentimiento de añoranza a la tierra de donde procedes, es algo muy común en todos los que en cierta manera nos hemos alejado de ella.
Cuando has vivido y crecido en un pueblo pequeño esa sensación se incrementa conforme te abres nuevos horizontes, primero cuando sales a estudiar a la capital, a una edad muy temprana, y después cuando por motivos de estudios, trabajo o personales, terminas en alguna gran ciudad o en cualquier otra parte del país, lejos de la que fue tu casa, de tus amigos de toda la vida y también de tu familia.
Según lo lejano que sea ese destino, regresarás cada fin de semana, puente o vacaciones, volverás a esas fiestas del pueblo que nunca te querías perder, te reunirás de nuevo con familiares y amigos, con los que siguen en el pueblo y con los que, como tú, habrán marchado buscando nuevas oportunidades, y volverás a tu actual hogar cargado de recuerdos y con el coche lleno de los típicos productos del pueblo, que te recuerdan a tu infancia, que tan buenos están y que tan difícil es encontrar fuera de allí.
Y así, generación tras generación, unos nacieron y crecieron en el pueblo, otros ya no pero sus padres o abuelos sí lo hicieron y siguen volviendo a menudo. Para unos y para otros, es su pueblo, y no hay nada más bonito que tener un pueblo, y por supuesto, poder presumir de que tu pueblo es el mejor.
Y tú, ¿tienes un pueblo? ¿nos cuentas cuál es para ti la esencia de tu pueblo?
* Imágen de Quique López